Hablar de espiritualidad representa un gran desafío, en general las experiencias espirituales se conciben como acontecimientos muy individuales que en su mayoría contribuyen al bienestar subjetivo de las personas, al sentido que le dan a la vida y a su trascendencia.
Es común observar que en esta etapa de la vida las personas se acercan mucho más a su dimensión espiritual, no es casualidad que aumente su interés por integrarse a comunidades religiosas que de alguna manera vienen a cubrir las necesidades de integración y de vinculación con el mundo circundante, desde la búsqueda de lo divino.
La espiritualidad en la adultez mayor, tiene que ver con el bienestar psicológico de la persona en su relación con los demás, con su propio crecimiento personal y el propósito que le da a su vida.
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La espiritualidad en la adultez mayor tiene que ver con el bienestar psicológico de la persona.
El envejecimiento produce cambios naturales en los ritmos de vida, deja espacios propicios para practicar nuevas rutinas y disminuir la ansiedad que implicó el cumplimiento de un sinnúmero de obligaciones en la etapa media de la vida, favoreciendo el desarrollo de la espiritualidad.
Las personas que demuestran prácticas religiosas, reconocen que, a medida que avanzaron en edad, aumentó su espiritualidad, se recuperaron prácticas religiosas de la infancia y las experiencias con lo divino. La espiritualidad fortalece y anima, cambia lo negativo en positivo, da sentido a lo que les toca vivir sea su tristeza, dolor, pérdida o enfermedad.
No son muchos los estudios que se han hecho sobre el tema, sin embargo, hay antecedentes que indican que personas activas religiosamente muestran niveles más bajos de consumo de alcohol y tabaco, menores cuadros depresivos y desarrollo de canceres, lo que puede explicarse por que las prácticas religiosas tienden a tener una mirada optimistas de la vida.
Las sociedades modernas han abandonado a sus ancianos, fenómeno que ha obligado al adulto mayor a preocuparse de sí mismo, atender a sus estados de soledad y falta de cariño y se vea motivado por entrar en contacto con lo divino a través del desarrollo de su espiritualidad.
Transformación personal
La espiritualidad se manifiesta en el anciano como un principio de transformación personal e interpersonal, que lo fortalece para resistir las dificultades del último tiempo. La búsqueda de lo divino transforma la muerte en un cambio, un cambio positivo hacia un estado en el que se podrá disfrutar de condiciones ideales, sin dolor, sin sufrimiento.
Finalmente es correcto pensar que los sentimientos que genera la espiritualidad permiten que se desarrollen mecanismos psicológicos que favorecen la aceptación del envejecimiento y que las prácticas asociadas con la espiritualidad, como la meditación, tienen efectos beneficiosos en la persona, estableciendo un equilibrio en su estado físico, psíquico y emocional.